
En algunas circunstancias, las empresas pueden tomar la decisión (o verse obligadas a hacerlo) de reducir el tamaño de la compañía, con el fin de mejorar el rendimiento de esta a través de la reducción de costes, de procesos innecesarios y del incremento de la eficacia en los puestos de trabajo. Esto es lo que se conoce como downsizing, un procedimiento que reorganiza todo el funcionamiento de la empresa, reduce su tamaño y busca generar productividad y mayores beneficios.
¿Qué es el downsizing?
Profundizando en el significado de downsizing, debemos considerar esta técnica como una estrategia más cuyo objetivo consiste en el aumento de la productividad y de la competitividad de la empresa en sus respectivos mercados.
Igual que las fusiones, la inversión en maquinaria o las reestructuraciones organizativas, el downsizing también es una estrategia perfectamente útil e implementada de manera efectiva en muchos negocios, dadas sus características y finalidades.
Al fin y al cabo, hablamos de un procedimiento en el que se busca realizar una gran reestructuración de la compañía, tratando de eliminar todos los procesos innecesarios o poco productivos, mejorando los puestos de trabajo e incrementando la productividad, todo ello reduciendo los costes y ahorrando mucha burocracia y gestión en recursos humanos. Se suele decir que es una combinación entre las estrategias de rethinking (repensar la organización, sus objetivos y sus procedimientos) y resizing (adaptar el tamaño de la compañía al óptimo).
Tipos de downsizing
El downsizing puede estar motivado por distintos objetivos: la supervivencia en el mercado, la mejora del rendimiento del negocio, la eliminación de procesos poco productivos o innecesarios…, por lo que cada caso particular se debe tratar de forma diferente y planificar en función de la motivación del proceso, y serían incontables los distintos tipos de downsizing si atendemos al objetivo de estos. Sin embargo, sí que podemos identificar dos tipos bastante diferenciados en función de la intencionalidad por parte de la empresa de realizar este proceso: proactivos y reactivos.
Downsizing proactivo
El downsizing proactivo es aquel en el que la empresa, contando con tiempo y recursos, planifica todo el procedimiento antes de realizarlo, utilizando estudios y análisis para ello, y toma la decisión de manera lógica y consciente.
Pese a que realizar un downsizing implica despedir a trabajadores y reestructurar el negocio, en estos casos se confía en que el proceso resultará en un negocio mucho más productivo y competitivo. Aplicar un downsizing de tipo proactivo, generalmente, es bastante más efectivo que uno reactivo, ya que habrá un orden establecido para cada proceso.
Downsizing reactivo
El downsizing reactivo ocurre cuando una empresa, dadas determinadas circunstancias causadas por la mala gestión del negocio o por la situación actual del mercado, se ve obligada a reducir su plantilla y reestructurarla para sobrevivir.
En estos casos, normalmente, se pierde la capacidad de hacer frente al pago de muchos de los salarios, por lo que tienen que despedir a algunos trabajadores. Es una situación mucho más compleja que la anterior, ya que no existe ningún tipo de planificación previa ni previsión, por lo que la reestructuración tiene muchas posibilidades de fracasar y el futuro de la compañía es bastante complejo.
Claves para implementarlo en tu empresa
A la hora de implementar un proceso de downsizing, debes tener en cuenta varios factores que, de no cuidar durante la estrategia, podrán causar unos resultados muy negativos y perjudiciales para el mantenimiento del negocio:
- Debe hacerse un profundo análisis previo de la situación actual de la empresa: sus posibilidades para hacer el downsizing, áreas en las que se debe enfocar, procesos menos productivos…
- Es imprescindible plantear un esquema de trabajo acorde con la reducción que se va a realizar, ya que los procesos deben adaptarse progresivamente a medida que la estrategia se pone en marcha.
- Antes de ejecutar, deben plantearse unos objetivos de estrategia claros, medibles y precisos (no es lo mismo hacer un downsizing para reducir costes que uno para mejorar determinados departamentos).
- En grandes compañías industriales, que acostumbran a ser empresas con más de 300 empleados, es importante planificar de forma adecuada los recortes de la plantilla, seleccionando los empleados a los que se va a despedir y justificando los motivos en cada caso particular.
- Además de lo expuesto en el punto anterior, también se tiene que organizar cómo va a funcionar cada puesto de trabajo y qué profesional se va a encargar de cada tarea.
Beneficios del downsizing
Como hemos visto anteriormente, el downsizing se puede plantear de múltiples formas y con distintos objetivos, por lo que las empresas obtendrán distintos beneficios en función de los procesos que lleven a cabo y de la manera en la que reestructuren su negocio. Sin embargo, todos los procesos de downsizing cuentan con los siguientes beneficios para la organización que los ponga en marcha:
1. Disminución de los costes. Es la ventaja más evidente de todo proceso de downsizing, ya que el ahorro en salarios es muy importante. De igual manera, no solo debemos pensar en los trabajadores que han sido despedidos, sino en la eliminación de todos los procesos que aportaban un escaso valor a la empresa, y el ahorro que ello conlleva.
2. Reducción de la burocracia. Indudablemente, al disminuir el tamaño de una organización se reducen sus procesos burocráticos, permitiendo que esta se adapte de forma más rápida a los cambios y facilite la innovación.
3. Aumento de la productividad. Con el downsizing se busca igualar o mejorar los resultados mientras se gasta menos, por lo que la productividad termina incrementando si el proceso se lleva a cabo de manera adecuada.
4. Mejora de la comunicación. Se reduce la rigidez de los equipos y el número de intermediarios, por lo que la comunicación es mucho más sencilla, directa y fluida a través de los distintos departamentos.
La comunicación interna en una empresa: consejos para mejorarla
El downsizing, independientemente de que se realice por necesidad o de manera intencionada, es un procedimiento útil pero arriesgado. Si no se pone en marcha de manera adecuada, los trabajadores pueden terminar desmotivados, se puede llegar a perder mucho talento dentro de la plantilla y la productividad puede llegar a disminuir si no se ajustan de forma adecuada los puestos de trabajo.


