
La causa del fracaso de muchos negocios deriva de una mala gestión y esta, a su vez, de ciertas carencias por parte del responsable a la hora de coger el timón y liderar la empresa. El liderazgo no se aprende automáticamente solo por ostentar un puesto de mando: ser un buen líder se desarrolla a través del trabajo diario y la fuerza de voluntad.
10 claves para ser un buen líder
En otras palabras, y poniendo en contraposición los conceptos «jefe» y «líder«, no todos los jefes son líderes: un jefe no puede ser un líder si no lo desea realmente y no trabaja cualidades como las que recopilamos a continuación, sobre cómo ser un buen líder.
1. Percepción de la autoridad
Un buen líder no confunde «autoridad» con «autoritarismo«: no concibe su posición en el organigrama como un privilegio de horarios o de retribución, sino como un medio para desarrollar su trabajo con mayor profundidad e incidencia en los resultados finales, con mayor implicación estratégica o táctica que sus subordinados y, en resumen, para ser realmente útil en la organización.
2. Poder de convicción
Un buen líder es capaz de argumentar su punto de vista, de escuchar a quien tenga algo que decirle, y de transmitir sus ideas asertivamente a su equipo o a sus superiores. No abusa de su posición privilegiada para dar órdenes sin orden ni concierto solo «porque es el jefe», no escurre el bulto ni se amilana ante sus superiores, ni espera que sus subordinados le obedezcan solo porque el organigrama les sitúa debajo de él. En otras palabras, un líder asume que la autoridad se gana, no se impone.
3. Cercanía con el equipo
Un buen líder se involucra y se mezcla con su equipo, no ve a los empleados desde la distancia o como meros recursos a su disposición. Dialoga y comparte tiempo y espacio con ellos, por lo que sabe de sus limitaciones y de sus puntos fuertes, tiene en cuenta sus opiniones, conoce sus necesidades y sus inquietudes profesionales, vela porque las personas a su cargo se conviertan en mejores profesionales, les orienta y detecta si necesitan recibir formación complementaria.
4. Buena gestión de los problemas
Un buen líder ayuda en vez de culpar: no señala con el dedo a quien haya cometido un error, sino que se involucra en conocer lo que sea que haya ocasionado que alguien de su equipo haya cometido un error, y propone soluciones para que no se repita. Además, no se acerca a quien haya errado solo para advertirle o regañarle, sino con un propósito pedagógico donde le tiende la mano para ayudarle a que no pierda la confianza en sí mismo.
5. Confianza en sus subordinados
Un buen líder sabe delegar en su equipo y repartir las tareas de forma óptima entre las personas a su cargo, transmitiéndoles así su confianza y tratándoles con madurez: en vez de perseguir a los empleados, confía y les deja hacer su trabajo. Establece métricas y métodos de seguimiento, pero sabe velar por la consecución de las tareas sin interferir constantemente en su desempeño.
6. Dominio de las técnicas de motivación
Un buen líder no utiliza el miedo ni las amenazas para que su equipo cumpla con su trabajo: en su lugar, sabe sacar lo mejor de ellos mismos porque les transmite su pasión, les explica los porqués de sus tareas, les ayuda a analizar los resultados obtenidos y crea un ambiente en el que cada miembro del equipo se siente valorado, es consciente de la importancia de su trabajo y de la repercusión que tiene en el cómputo global de la organización.
7. Asunción de responsabilidades
Un buen líder asume que su equipo es su responsabilidad y, como tal, necesita de su atención y de su cuidado. Un líder protege a su equipo y da la cara por sus miembros, aplicando la máxima de «se alaba en público, se corrige en privado«; no deja expuesto a un subordinado a ser intimidado por alguien que ostente un rango mayor en la organización, sino que intercede por sus trabajadores ante el resto de la organización.
8. Cooperación con el equipo
Un buen líder adopta una postura de colaboración con sus trabajadores, y no se sienta a esperar a que su equipo cumpla con sus órdenes, ni «saca el látigo para que el ritmo no decaiga«: en su lugar, se muestra dispuesto a cooperar con quien necesite ayuda para completar sus tareas y se ofrece a «remar» junto a él para que el trabajo salga adelante.
9. Aprendizaje de los errores propios
Un buen líder asume que es humano y que no está libre de cometer errores, como todos los trabajadores; en vez de mirar hacia otro lado o «echar balones fuera», admitirá abiertamente que se ha equivocado. Del mismo modo, inculcará a su equipo el mismo espíritu de humildad, de dar la cara sin miedo, de sacar los errores a la luz lo antes posible y aprender de ellos, así como participar en su subsanación.
10. Reconocimientos compartidos con el equipo
Un buen líder atribuye el mérito del trabajo bien hecho a todo el equipo, porque sabe que el éxito y el fracaso afectan a todos los miembros del mismo; predica con el ejemplo ante su equipo, reconoce el buen desempeño individual, así como una buena labor conjunta, y es el primero que asume la responsabilidad cuando algo no ha salido como se esperaba. En ningún caso se lava las manos o se cuelga medallas, con pensamientos o frases como «si algo ha salido bien, ha sido gracias a mí, y si algo ha salido mal, la culpa ha sido vuestra«.
Un directivo o mando intermedio que también sea un líder constituye un valor enorme para cualquier organización. Supone apostar por la innovación frente a los sistemas tradicionales, aplicando la máxima «los nuevos problemas requieren de nuevas soluciones«; debe valorar a los trabajadores e involucrarlos en la consecución de los objetivos; y ha de dotar de creatividad al negocio, tanto para afrontar momentos críticos como para emprender acciones de expansión.
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